Por Fernando Vizcaíno Sas. Socio Director Departamento Laboral. Jiménez de Parga Abogados.

Había empezado un artículo sobre los cien primeros días de la Reforma Laboral, comparando su publicación con un parto con cesárea. El símil me estaba quedando bastante bien y es verdad que hay similitudes entre ambas situaciones. Pero pensé que no es justo frivolizar la importancia del Real Decreto Ley 3/2012 y andarse con chistes fáciles cuando se habla de él.
Porque, ya lo dije en otra ocasión, la Reforma Laboral de la Ministra Fátima Báñez ha supuesto una verdadera revolución en la formar de afrontar las relaciones laborales en España y es un hito que cambia radicalmente los papeles de los sindicatos y empresarios ante la negociación colectiva.

Una norma que, nada más ver la luz, provoca una huelga general, varias peticiones de recursos de inconstitucionalidad, dos enmiendas a la totalidad y que, pese a ese ataque a su línea de flotación, es recibida por los ciudadanos como algo sano y necesario, no debe ser tenida por algo baladí.

A mí la Reforma me gusta, ¡que caramba! Si durante años se decía que manifestar que uno era de derechas estaba mal visto, ahora parece que decir que la Reforma Laboral del Gobierno Rajoy es buena, es casi pecado de “lesa sindicalidad”. Pero es una buena norma, bien estructurada y valiente.

Es verdad que puede parecer muy agresiva pero, viniendo como veníamos de la “Arcadia Feliz” en materia laboral, la expulsión del Edén, necesariamente, ha de ser algo duro, tajante y radical. Pero eso no es malo. No era de recibo una legislación “tuitiva” a ultranza que garantizaba bajo la bandera de los derechos adquiridos y condiciones más beneficiosas de los trabajadores, condiciones de trabajo que encorsetaban a los empresarios, les hacían caminar hacia el precipicio para allí, desaparecer unas veces, quedar gravemente lesionados las más de las ocasiones. Y que suponía abocar a España a la cola de la competitividad y a la cabeza del desempleo.

Se debe decir que hubo que hacerla antes. Que se perdió un tiempo precioso y no se aprovechó el efecto preventivo que una ley debe tener, por lo que resalta más lo que tiene de limitador de antiguas prerrogativas. Pero se ha hecho con valentía, profundamente y atacando las bases mismas de las viejas regalías y privilegios, para buscar un marco de relaciones flexibles que permitan salir del corsé que el viejo Estatuto de los Trabajadores suponía.

Aún habría que avanzar en el cambio, antes de que Europa nos obligue a ello y para no perder el último tren de la historia. La clamorosa necesidad deuna ley de huelga; variar la Ley deLibertad Sindical para que los Sindicatos también se adapten de una vez a la crisis y a lucha de clases que ahora toca; desarrollar los órganos de arbitraje y conciliación precisos para que esa vía sea un camino objetivo de resolución de conflictos; seguir mejorando o ampliando las fórmulas de una contratación más realista con el sistema productivo de nuestro país o introducir fórmulas de abaratamiento de costes de seguridad social e impuestos, son algunas de las cosas que nos quedan “para septiembre”.

Pero en poco tiempo se ha hecho mucho y hoy toca destacar que es un buen principio.
Es verdad, que entre la tramitación como ley, el trámite de enmiendas y la posterior ratificación ante el Senado, la Reforma Prácticamente está en sus primeros pasos, pero ya se debe hacer un primer balance. Si se quiere rápido, a vuela pluma, pero ya hay cosas que llaman la atención:

1.- Tanta flexibilidad se quiere que se pensó que empresarios y trabajadores iban a ser incapaces de autorregularse, los unos ante el vacío de la compañía sindical y los otros por un abuso indebido de la idea de crisis y necesidad de ajuste, por lo que se deriva demasiadas materias a la última palabra de los jueces. El sistema judicial español también debe revisarse, está en fase de restructuración, pero darles más poder a los magistrados de lo Social del omnímodo poder que ya tenían, no solo es peligroso, sino que puede variar el espíritu (¿y la letra?) de la Reforma. El hecho, insólito en los anales de la historia, de que una asociación de jueces anuncie una “desobediencia civil” a la ley, es ejemplo palmario de ello.

En lo material, en el día a día, la aplicación de la supresión de los salarios de tramitación a despidos anteriores a la Reforma y la polémica que ha suscitado, también demuestra que la decisión judicial inamovible por el raquítico sistema de recursos que tiene España, va a “desinflar” muchas de las novedades de la Reforma. En el mundo, la tutela judicial está como garantía última y solo si se vulnera un derecho, ordinario o fundamental, no para ser una cátedra de interpretación de las leyes.

2.- A mi entender no se acaba de acertar en dos materias esenciales como son los emprendedores y los autónomos. No es hora de entrar en discusiones de cifras de qué porcentaje del mercado laboral ocupan unos y otros. No es por ahí por donde voy. Así como al empresario se le dan mecanismos mejores que antaño para flexibilizar sus relaciones laborales, a los jóvenes que inicien una actividad mercantil o a los miles de autónomos que salen todos los días a ganarse el pan, no se les trata bien. Casi ni se les cita y cuando se nombran, caso de los emprendedores, curiosamente los identifican con empresas “de menos de cincuenta empleados”.

3.- Fundamentalmente habría que haber reformado el Paro. Por mucho que nos duela un sistema de desempleo que fomenta la estancia prolongada en el subsidio, no se puede mantener en estos momentos. Ya sé que es un logro social emblema del Estado de Bienestar y es verdad que un gobierno ha de garantizar un empleo digno que, si no se tiene, justifica se compense con un subsidio público. Pero ni durante, ni la salida de esta
situación están debidamente abordadas por una Reforma que, ya se sabía, va a incrementar notablemente el desempleo en este año 2012.

Tengo para mí que el Derecho Laboral que me enseñaron en la universidad y aprendí a perfeccionar de la mano de mi padre por los juzgados y tribunales de España, ha muerto. Quizás de parto y dejándonos un hijo que le suceda, pero ya es el pasado.
Y eso, es bueno y hasta necesario, le pese a quien le pese

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