Antonio-Carlos Pereira MenautVictor Hugo fue un gran escritor, aunque quizá no tanto como Cervantes, los grandes ingleses o los grandes rusos. No sabe desaparecer discretamente y de cuando en cuando nos da lecciones de filosofía e historia. En una de éstas, nos dice cómo fué la monarquía de Luis Felipe de Orleáns (1830-1848) y qué fallos tuvo. “Lafayette se encargo de la consagración [de Luis Felipe], y llamó a la nueva monarquía la mejor de las repúblicas. El Hotel de Ville de París reemplazó a la catedral de Reims” (donde tradicionalmente se coronaban los reyes). “No tenía corte; salía con su paraguas bajo el brazo… Los realistas se burlaban de este rey ridículo…” (Los Miserables, ed. Planeta, 2012). Según Hugo, fue una persona básicamente decente, y bastante republicano (había luchado con la República), que no supo ocupar un trono.

Luis Felipe fue el último rey de Francia

En un juicio de conjunto, entiendo que la monarquía es mejor y más flexible que la república, aunque en la práctica habrá que ver caso a caso. Ahora bien, no se debe confundir república coronada con monarquía constitucional. La monarquía siempre tendrá mucho de sentimentalismo, símbolo, historia, autoridad moral, de contrapeso pasivo a los políticos activos, de unión de los antiguos reinos y territorios en el monarca, de confluencia de todos en una instancia superior independiente de los partidos…

Los españoles son libres de tener monarquía o no, pero si optan por ella, no tiene sentido eliminar todo lo que “monarquía” lleva adherido, como Luis Felipe eliminó de su carruaje las flores de lis. El rey no es el primer funcionario del estado, pésele a Federico de Prusia; si quiere serlo, haga unas oposiciones al escalón inferior de la administración pública. Tampoco debe ser un alto ejecutivo de corbata que abre mercados exteriores, como se ha querido ver a Juan Carlos. Incluso dejando el riesgo de corrupción, mejor que se haga presidente de la CEOE.

La corona británica no es un república coronada; es una monarquía tradicional constitucionalizada desde el siglo XVII. La reina Isabel no es Merkel, Bachelet o Mary Robinson con corona; es la última sucesora de la reina Victoria, que en el Londres bombardeado de 1940 aprendía a disparar con pistola.

Muchos agradeceríamos a SM Felipe VI que aclare si vamos a tener monarquía constitucionalizada o república coronada. De lo segundo no faltan indicios; algunas de las discusiones sobre el aforamiento de Juan Carlos parecen discusiones entre republicanismos, coronado versus sin coronar: muchos monárquicos carecen de la lógica monárquica, y lo que defienden es en el fondo como una república coronada. Si esto resultara ser así, yo proclamaré por mi cuenta la república, o bien escribiré a la Reina (Isabel, huelga decirlo), pidiéndole que en adelante me considere subject of the Queen.

Los españoles legalistas y “justicieros” de hoy duermen bien si un rey que se ha enriquecido paga impuestos (como si uno pagara menos por ello), pero no tolerarían que un rey sobrio y caritativo (caso de haberlo) no los pagase. ¿Es que no puede haber malos reyes? Por supuesto, como malos políticos, y no digamos en España. Pero según la lógica monárquica, antes se debería decapitar al mal rey que juzgarlo como a un cualquiera. Y si el muy tradicional tiranicidio parece excesivo, queda la opción de mesarle los cabellos y revolcarlo por el barro, como los burgueses compostelanos hicieron a doña Urraca delante de la Catedral. Y si descartáramos también eso (y parece sensato descartarlo), expúlsenlo, o retírenle la nacionalidad.

Antonio-Carlos Pereira Menaut es catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad Santiago de Compostela

 

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