En un procedimiento por negligencia médica, una situación extremadamente delicada, cada palabra importa, sin embargo, los hechos pesan más. Para entender qué sucedió realmente dentro de una sala de urgencias, un quirófano o una consulta, la figura del perito médico resulta insustituible. Su conocimiento no solo esclarece las dudas del tribunal, también dota de fundamento técnico a una de las cuestiones más complejas que puede afrontar el Derecho, que es valorar una conducta sanitaria desde parámetros jurídicos.
El perito negligencias médicas es el profesional que traduce el lenguaje clínico a términos comprensibles para jueces y abogados. Evalúa si la actuación del médico se ajustó a los estándares de la lex artis vigente y, lo más importante, determina si el daño sufrido por el paciente podría haberse evitado. Por lo tanto, no se trata de una opinión más o un testimonio cualquiera, su informe, redactado con precisión, suele convertirse en uno de los pilares más determinantes del proceso judicial.
Clave para valorar si existió mala praxis
El juicio por negligencia médica exige algo más que una historia personal dolorosa. Se trata de probar que un acto, u omisión médica, provocó un perjuicio evitable, y eso no se demuestra con percepciones ni con intuiciones. Se necesitan evidencias, y esas evidencias deben ser leídas e interpretadas con criterios científicos. Los peritos médicos ejercen, en este contexto, su papel esencial, ya que serán ellos quienes reconstruyan los hechos clínicos, analicen la documentación sanitaria y determinen si hubo error, imprudencia o directamente una vulneración grave del protocolo asistencial.
Su trabajo, sin embargo, no se agota en un informe técnico. Deben estar preparados para comparecer en sala, responder a las partes y aclarar cualquier aspecto que el tribunal estime necesario. Y hacerlo con equilibrio, sin perder ni el rigor científico ni la neutralidad. Porque cuando existen dos peritajes enfrentados, como ocurre con frecuencia, lo que marcará la diferencia será la claridad argumental, la consistencia del análisis y la imparcialidad del experto.
Se debe considerar que no todas las consecuencias adversas son atribuibles a negligencia, ya que la medicina no garantiza resultados, sino medios adecuados. Por eso, uno de los mayores aportes del perito negligencias médicas es ayudar a delimitar con precisión lo que fue una complicación inevitable de lo que fue una falta de diligencia médica. Esta distinción será la que construya la verdad procesal.
Un factor estratégico que puede cambiar el resultado del juicio
Desde la perspectiva del abogado, la elección del perito no debe tratarse como un trámite, sino como una decisión estratégica de primer nivel. Un informe débil, mal argumentado o excesivamente parcial no solo será desestimado, sino que, posiblemente, comprometa toda la línea de defensa o de acusación. Por el contrario, un informe solvente, coherente y bien documentado va a inclinar la balanza judicial en favor de quien lo aporta.
Además, los tribunales suelen otorgar más peso a los peritos que actúan con independencia frente a aquellos que muestran un interés excesivo en beneficiar a una de las partes. La experiencia también cuenta, es decir, no es lo mismo un clínico con conocimientos generales que un experto habituado a procedimientos judiciales y familiarizado con el funcionamiento del proceso probatorio.
En definitiva, cuando se debate la responsabilidad de un profesional sanitario y están en juego tanto el prestigio médico como el derecho a una reparación justa, la figura del perito se convierte en el punto de apoyo para que el juez pueda valorar con criterio técnico si hubo, o no, negligencia. Su trabajo es silencioso, pero decisivo.