Alfonso FabregatPor Alfonso Fabregat Rosas, mediador familiar y miembro de Acuerdo Justo

Cada día que pasa la realidad que rodea a la mediación de conflictos me resulta mucho más paradójica y me da la impresión de que antes de salir de casa ya ha perdido el rumbo y su esencia.

Corría el mes de septiembre de 1997 cuando en el Metro de Madrid vi por primera vez un anuncio de un centro universitario capitalino que ofertaba cursos de formación en mediación familiar. Mucho ha llovido desde entonces y los caminos de la vida me hicieron llegar al campo de la mediación familiar y educativa, tanto a nivel de intervención, como de formación y de investigación.

Con el paso de los años la mediación de conflictos ha ido ganando terreno, sin ruido pero sin pausa. Cuando todas, o casi todas, las legislaciones autonómicas ya se habían pronunciado en el terreno de la mediación y llevaban años trabajando dentro de un marco sereno, el gobernante de turno se vió obligado a legislar sobre la mediación en el ámbito civil y mercantil antes de llevarse la consabida reprimenda judicial y económica en el marco europeo.

Personalmente me llenó de esperanzas la redacción de un marco legislativo común que dotara a la mediación de un rumbo y un contenido que le asegurara un crecimiento continuado. ¡En eso apareció la paradoja! Del éxtasis al vértigo, la ceremonia de la confusión, la distorsión de términos, la colonización por otras “subespecies”, la borrachera de éxito, el querer salir en la foto y todo aquello a lo que estamos asistiendo con impotencia. Pasé de la esperanza a la sorpresa, a la frialdad, a la incredulidad.

El culmen de esta sensación me llega cuando recientemente el Consejo de Ministros aprueba el Real Decreto con el que se regula la aplicación de la ley a nivel nacional. Términos como “mercantilismo”, “utilitarismo”, “finalismo”, “técnicas”, “estrategias” que tan bien ha resumido Franco Conforti con el título de “McDonalización de la mediación” son el nuevo horizonte en el que nos tendremos que mover a partir de ahora. Sin más, de un plumazo, y con la ley en la mano, se obvian años de trabajo, la experiencia contrastada de muchos profesionales de diversas ramas y se pretende limitar la intervención en los conflictos personales a la aplicación de unos protocolos en los que se anhela que por ley después del uno siga el dos y, como lo dice la ley, dará como resultado el tres, sí o sí. Eso sí voluntariamente inscritos en eñ registro y con nuestro reglamentario seguro de responsabilidad civil.

Ahora más que nunca todos los que estamos implicados en el mundo de la mediación de conflictos tenemos la obligación, me atrevería a decir que moral, de hacer pedagogía de la mediación. En primer lugar es importante que no generemos confusión en los medios ditorsionando los términos. De esa forma creamos mucho ruido y ofrecemos muy pocas nueces. Algunos hemos intentado subrayar que no todo lo que llaman mediación es mediación y que ésta no se limita al campo intrajudicial. Veo necesario que dejemos de lado las simples opiniones, del “y yo más”, para centrar el debate en foros constructivos, argumentados, sin titulares fáciles en los que recojamos la experiencia de los que han tejido la trama de la mediación tanto a nivel nacional como internacional, dejando de lado los cantos de sirenas de lo rápido, low cost y fácil.

Pero sobre todo es hora de que abordemos la “madre de todas las mediaciones”: la educación.

En la nueva ley educativa se recoge una sola vez la obligación de los directores de los centros de promover la mediación de conflictos (LOMCE art. 132, f). ¡Menos mal, no la han eliminado! Pero me pregunto, ¿cómo van a promover algo que no saben lo que es y en lo que por tanto no creen? Promover la mediación de conflictos en el ámbito educativo no sólo es crear voluntariosos equipos de mediación, dar charlas o hacer campañas que llenen el expediente. Ante todo es sembrar el paradigma del “ganar-ganar” entre los que allí educan y se educan, que el día de mañana serán los que de forma natural solicitarán una mediación antes de un proceso legal o judicial. Entre otras cosas, ¿en cuántos postgrados destinados a los futuros maestros y profesores se establece como elemento clave de formación el paradigma de los métodos alternativos de resolución de conflictos y no se abordan como meras estrategias o actividades complementarias? Quizá éste es un reto excesivo para las escuetas cien horas de formación aprobadas por Real Decreto.

Aún así no creo que sea esto lo más triste y paradójico. Personalmente creo que la gran paradoja actual en el terreno de la mediación de conflictos a nivel nacional es la de tener una pléyade de profesionales formados en mediación y sin embargo no valorar ni tomar en cuenta el elemento esencial: los mediados. ¿Puede existir una paradoja mayor?

¡Trabajo tenemos por delante! Sólo me queda agradecer al legislador que se haya decidido a aprobar el reglamento, aunque sea descafeinado, ya que por primera vez en meses conocemos las cartas con las que pretenden que juguemos la partida.

1 Comentario

  1. Comparto lo dicho y estimo debemos seguir a Francisco,. si el propósito es noble, si actuamos con idoneidad , y buena fe, debemos sacudirnos de tanta burocracia y cada uno comenzar a trabajar en forma privada en lo que estima es más fuerte dentro de la especialidad.
    Basta de normas limitantes, somo pedagogos de alguna manera pies impartamos educación informal aprendamos a sembrar paz y a ganarnos la confianza de las personas de nuestros vecinos. Esto no es anarquico somos profesionales, la educación debe pegar un vuelco infinito y nosotros podemos colaborar con ello.-sembrando paz-tenemos las técnicas transdisciplinarias, debemos abandonar el viejo modelo negociativo, debemos trabajar con los seres Humanos y que ellos sientan alivio y compresión ante sus conflictos.-

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