Silvia Pérez-Navarro, socia directora de Iterlegis Legal Staffing Solutions

La crisis, lamentablemente, no remite en nuestro país. Afecta a prácticamente todos los sectores de actividad y la abogacía, como es del todo lógico, no queda exenta de la difícil actual coyuntura económica, ni de sus efectos adversos.

Si bien es cierto que los despachos españoles comenzaron a sentir la debacle más tarde que sus homólogos de Estados Unidos y del resto de Europa, desde finales de 2009 y los primeros meses de 2010 somos testigos de cómo –también los más grandes, o incluso más que los de menor tamaño- se han visto obligados a realizar ajustes de costes, reducir plantillas y, en algunos casos, clausurar aquellas sedes que no ofrecen la rentabilidad necesaria para su supervivencia. El foco, como en cualquier sector empresarial, se torna hacia el objetivo de retomar la senda de los beneficios.

Desde nuestra experiencia en Iterlegis observamos que es cada vez más habitual que, en el contexto actual, algunos abogados senior que ven ralentizadas o poco factibles sus posibilidades de promocionar en los despachos para los que trabajan, o aquellos otros que se han visto obligados a abandonarlos por un proceso de reestructuración, opten por independizarse. A estos colectivos se suma el formado por los abogados que, tras años de ejercicio, deciden emprender su propio proyecto con diversos objetivos, entre otros, ganar más cercanía al cliente, gestionar su propio tiempo y su trabajo o enfrentarse a nuevos retos.

En cualquiera de estos casos, la creación de un despacho propio, de pequeño tamaño y muy especializado puede ser una opción muy satisfactoria para seguir desarrollando su carrera. Y la tendencia sigue una tónica ascendente: según nuestras estadísticas, el número de abogados que optan por crear su propio despacho ha crecido aproximadamente un 40% en España en los últimos años. Cerca del 80% de los  profesionales que han optado por independizarse como autónomos en el sector jurídico son hombres y, en la mayor parte de los casos, acumulan una experiencia de más de 8 años en el ejercicio de la abogacía.

En nuestra opinión, son cuatro las características fundamentales que han de reunir los abogados que se decanten por afrontar el reto de crear su propio despacho. Veámoslas a continuación.

La primerade ellas es la especialización. Centrándose en una especialidad concreta del Derecho suele ser más fácil aportar valor al cliente desde una estructura pequeña. La segunda cualidad que los abogados independientes deben tener es una experiencia en el ejercicio, amplia y demostrable, que le otorgue la autonomía y los recursos necesarios para poder salir adelante en el amplio abanico de situaciones ante las que pueda encontrarse.

Como complemento a estas habilidades, el abogado autónomo ha de ser un profesional con una gran capacidad para emprender, lo que implica además altas dosis de creatividad y flexibilidad para ocuparse de áreas que, anteriormente, es muy posible que hayan quedado lejos de su hábitat natural. El cuarto requisito que consideramos fundamental para el abogado autónomo es realizar actividades de marketing y comunicación para dar a conocer a su despacho en el mercado. Debe desarrollar, así, un fuerte perfil comercial que, casi con toda seguridad,  quizá no haya tenido que desarrollar en etapas anteriores de su trayectoria profesional en gran despacho.

En base a nuestra experiencia hemos observado cómo, dentro de los servicios de coaching que ofrecemos en Iterlegis, gana peso específico aquél en el que ofrecemos a los profesionales que han decidido independizarse y crear su propio despacho las claves para fortalecer éstas y otras cualidades. También es de utilidad para estos profesionales recibir nociones que les ayuden a comprender mejor aquellos aspectos prácticos o de gestión que pudieran necesitar a la hora de poner en marcha su propio negocio, y una orientación específica a la hora de elaborar un plan de negocio y de crecimiento  antes de comenzar a operar.

Pero si hay algo que destacaría sobre lo demás, es que aquellos profesionales que decidan independizarse deben ser conscientes, por encima de todo, de que han de prepararse a fondo para lograr manejar la incertidumbre. Es más que probable que, hasta que su despacho se consolide, alternen épocas de mucha actividad con periodos de preocupante inactividad. Deberán ser también capaces de trabajar en base a proyectos puntuales, ya sea para particulares o empresas, ya para otros despachos que les subcontraten. Todo esto se reflejará, no sólo en horarios cambiantes según las necesidades de cada momento, sino también en una entrada de ingresos irregular y no siempre continuada en el tiempo. Como contrapartida: ganarán autonomía y capacidad de decisión absoluta sobre el devenir de su negocio.  Al principio es duro pero, por experiencia propia como emprendedora, un reto absolutamente gratificante.

 

 

 

 

 

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