Eduard SagarraPor Eduard Sagarra, Presidente de la Asociación para las Naciones Unidas en España, socio de Roca Junyent y profesor de Esade

Es muy grave que en pleno siglo XXI los ciudadanos vayamos descubriendo la geografía del Mediterráneo a través de las desgracias y muertes de los inmigrantes ahogados que, a diario, vemos con todo lujo de detalles en la prensa y en las redes sociales. Además, son muertes justificadas sin ningún pudor por parte de los políticos de turno.

Algunos meses atrás ya denunciamos que las muertes de los inmigrantes a Lampedusa tenían que avergonzarnos como europeos defensores de los derechos de todas las personas. No nos han hecho mucho caso en las cancillerías europeas ya que a pesar del flujo de personas desde el norte de África hacia Italia o España, sigue sin existir una política común en la Unión.

Lo que resulta escandalosamente grave es que esta semana, en Ceuta (España), han muerto diez o doce subsaharianos ahogados ante la Guardia Civil a tres o cuatro metros de la playa. Los representantes de las fuerzas de seguridad de España y el propio ministro de Interior han explicado, sin rubor, que para evitar la entrada de los inmigrantes nadando, se les dispararon pelotas de goma para disuadirles y que como no sabían nadar se ahogaron en aguas territoriales españolas. Increíble.

En lugar de asumir responsabilidades, el ministro nos ha ilustrado con una nueva y escandalosa teoría, al afirmar que las fronteras de España son «móviles» y se fijan en función de donde esté la primera línea de la Guardia Civil que vigila la frontera. Esa explicación, para justificar que la desgracia ocurrió fuera de la jurisdicción y responsabilidad del Estado, atenta a la inteligencia del pueblo, al conocimiento del Derecho Internacional y al del Derecho del Mar.

La inmigración sigue, desgraciadamente, de moda y el mismo día que se justificaban por parte del ministro y la vicepresidenta del Gobierno las muertes en la playa de Ceuta, se publicaba en primeras páginas de diarios la foto del premio World Press Foto 2013. Eran unos emigrantes en la playa de Somalia, a la romántica luz de la luna llena, intentando hablar por el móvil con sus familias. Su futuro no es nada bucólico y corren el riesgo, al venir a Europa, de perder la vida por el camino, con móvil o sin él, ya que es lo único que les queda: la vida y el móvil.

En Europa no somos culpables de la inmigración masiva pero sí que somos responsables de que se trate a la gente con dignidad. Es una obligación de nuestros gobiernos y de nosotros mismos.

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