Marisol GalvezPor Marisol Gálvez, Consultora de comunicación

Paulatinamente se va apreciando cómo se refuerza una tendencia dentro del sector de los servicios jurídicos que afecta tanto a la dimensión de las estructuras empresariales de las firmas como a su propia idiosincrasia. En foros, encuentros y jornadas profesionales se debate sobre el futuro de esta profesión que, como muchas otras, tiene que adaptarse necesariamente a las nuevas características del mercado. La situación económica ha cambiado el fondo y la forma de los servicios demandados y lo ha modificado, en tal magnitud, que plantea visos de permanencia.

En nuestro país, la recesión ha generado un nuevo entorno empresarial obligado a estar cada vez más globalizado y a ser más exigente con sus proveedores de servicios. Pero esta exigencia no sólo afecta a precios o fórmulas de facturación -que también-, sino que se orienta fundamentalmente a obtener en la cuenta de resultados de las empresas la máxima eficiencia de los servicios jurídicos contratados. Lógico, por otra parte.

Muchas de nuestras empresas, y cada vez más, están buscando compensar sus balances apostando por el ámbito internacional. En este punto, y según el Observatorio de la Empresa Multinacional de ESADE, desde 2007 la crisis ya ha empujado a 25.000 empresas a iniciar su actividad exportadora. En total, según esta misma fuente, ya son 123.000 las empresas que tienen presencia en el exterior; aunque, esta cifra representa, estadísticamente, tan solo un 4% del total nacional de este colectivo.

Este último dato puede ser interpretado como una significativa oportunidad de negocio potencial para el sector de servicios profesionales, sobre todo en el ámbito legal, donde tradicionalmente los abogados han sido y son piezas fundamentales para las empresas prestando un apoyo jurídico de la máxima confianza.

Sin embargo, este apoyo al cliente -sea para proyectos internacionales o nacionales-cada vez es menos entendido por nuestros empresarios como un asesoramiento técnico de calidad, ya que éste se presupone. La actual coyuntura exige del letrado mayor participación y versatilidad, un nuevo perfil del profesional que sume, a su excelencia técnica, un matiz de estratega empresarial y ciertas habilidades de comunicación. Por un lado, el letrado ha de ser un socio estratégico que conozca el negocio y el sector de su cliente y que aporte soluciones creativas y rentables; y, por otro, un confidente que sepa trasladar con sus destrezas y códigos comunicativos que conocemos y nos implicamos en sus preocupaciones o expectativas. O lo que es lo mismo, un auténtico socio.

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