Por José Piñeiro, director de Finanzas Corporativas de FTI España.
Lo que está ocurriendo en La Seda y el Grupo SOS es un claro ejemplo de las consecuencias de los excesos de la gestión fomentados por un ciclo económico positivo que promovió un endeudamiento mayúsculo. Estos excesos salen a la luz ahora que los márgenes son menores, cuando no se puede hacer frente a los ratios deuda/EBITDA.
En ambos casos los intereses en juego son variados y los afectados parecen repetirse: accionistas minoritarios, empleados, proveedores o la reputación de empresarios y miembros del Consejo.
Llama la atención que a profesionales con una marcada trayectoria, como los hermanos Salazar, se les atribuya el haber querido utilizar –o utilizado- los recursos de la empresa en beneficio propio. No se trata de un fraude con el coche de empresa o de una rendición de gastos personales dudosa, sino de créditos por más de 200 millones de euros con unas garantías que ya habrían sido utilizadas.
Lo sucedido en La Seda podría parecer distinto pero con un resultado similar, nuevamente las necesidades de liquidez desvelan conductas que anteriormente, en tiempos de bonanza económica, no fueron suficientemente escrutadas.
Por ello, es preciso fomentar regulaciones y políticas internas que primen el interés de los accionistas al momento de tomar decisiones.
Cuando hacemos referencia a accionistas incluimos a los minoritarios, a quienes nadie parece escuchar en el caso de SOS. En La Seda, es la Fiscalía Anticorrupción de Barcelona quien debe atender la petición realizada por ellos. Quizás la CNMV pueda ser también un canal de representación de los intereses del pequeño accionista, además de decidir sobre la conveniencia de la continuidad o suspensión de la cotización del valor.
Asimismo el proceso de toma de decisiones y control de operaciones en las empresas debe regirse por la independencia. El rol que juegan los Comités de Auditoría, los Consejeros Independientes y los auditores internos, y por supuestos externos es muy importante. Pero no hay que olvidar el papel de las entidades financieras que, en ambos casos, han formado parte de los consejos que aprobaron o no vieron las operaciones bajo análisis.
Estas entidades siguen estando presentes en los consejos actuales y son además importantes acreedores de estas empresas. A futuro, cuál será la premisa que regirá la toma de decisiones: ¿generación de valor para la empresa o minimizar riesgo para las cajas?; ¿repago de deuda a corto plazo o estructura de capital eficiente a largo plazo? … entre otras tantas cuestiones.
Los hechos nos confirman que las épocas de expansión económica suelen ser campo fértil para conductas abusivas que prosperan durante la estabilización del crecimiento, se potencian durante las crisis y destruyen valor cuando se hacen evidentes, causando pérdidas de confianza como la que actualmente padece nuestro sistema financiero.