María Jesús González-EspejoPor María Jesús González Espejo, socia directora de Emprendelaw

En los últimos meses, hasta tres profesionales, dos de ellos abogados, me han hecho una consulta sobre si les convenía o no aceptar la propuesta que les hacía un programa de televisión para participar en el mismo. Desconozco si a este medio le ha interesado o no desde siempre la opinión de nuestro gremio, lo que sí parece es que cada vez interesamos más. Pero a lo que voy, explicaros cual fue mi respuesta. A los tres les contesté lo mismo: 1) ¿Te sientes preparado para ir? y 2) ¿Qué objetivos crees que puedes conseguir a través de tu intervención en el programa?

Las preguntas no son baladíes. En mi experiencia considero que hay varios temas que hay que tener en cuenta a la hora de aceptar una propuesta de este tipo. El primero, si realmente se tienen las cualidades necesarias para hablar ante una cámara. No todo el mundo las tiene. Y no se trata como pensarán algunos, de ser más o menos agraciado físicamente, sino de tener un discurso bien articulado, de ser capaz de mirar a la cámara frente a frente, de tener un alto nivel de autocontrol. Todo ello viene por lo general dado cuando hablamos sobre un tema del que sabemos y que sentimos nuestro. Además de dominar la materia, antes de acudir al estudio es necesario elegir con cuidado la vestimenta que mejor puede sentarnos. Es cierto que las cámaras engordan y también lo es, que no todos los colores son adecuados para aparecer ante ellas. Además, antes de grabar nos maquillarán, por lo que no es necesario por tanto que lo hagamos nosotros. Todas estas son reflexiones que debemos realizar antes de acudir al estudio. Hay que prepararse, no vale improvisar.

La segunda cuestión es también importante, acudir a una grabación requiere mucho tiempo. Mientras que una entrevista de un periodista de un medio escrito en profundidad puede durar entre una y dos horas como máximo, incluidas las mínimas cortesías; la grabación de una intervención de menos de cinco minutos puede exigir, en mi experiencia toda una mañana. Hay que esperar el turno, hay que repetir varias veces la escena, hay que realmente armarse de paciencia y tener tiempo, ese bien que tanto escasea en nuestro mundo legal.

La participación de nuestros compañeros del mundo legal tiene lugar en dos modalidades, esporádica y profesionalizada. Con este segundo término me refiero a la que tienen quienes colaboran de forma continua con uno o más programas de la parrilla. Actualmente tengo varios amigos y conocidos (Isabel Winkels, Dario Jurado o Emilia Zaballos, entre otros) que intervienen con asiduidad en programas como De buena ley. Algunos de ellos incluso repiten en el programa de las tardes de La 1 Entre Todos. Se trata de programas dirigidos al gran público. En el primer caso se analizan conflictos que se someten a arbitraje para su resolución y el rol de los abogados tiene mucho sentido. En el segundo, se ayuda a personas en dificultades a recaudar fondos para sacar adelante sus proyectos de toda naturaleza. Aquí el rol de los abogados que intervienen consiste en dar opinión sobre cuestiones que surgen relacionadas con temas legales. Son muchos más los compañeros que participan como tertulianos en programas de debate. Entre otros, me vienen a la memoria los nombres de Javier Nart, Mario Conde, Montserrat Suarez o Cristina Alberdi que participan o han participado en programas como La Noria, El Gran Debate, El Cascabel al Gato o El Gato al Agua y sin pronunciarnos por supuesto sobre la bondad o maldad de sus intervenciones, lo que sí es cierto, es que todos ellos dejan en bastante buen lugar la imagen profesional del sector ante el gran público gracias a su dominio de entre otras, las habilidades de comunicación y dialéctica.

De forma esporádica hacen apariciones en TV también muchos profesionales del sector legal. Fiscales o ex fiscales, jueces y ex jueces, abogados, etc. son requeridos para dar su opinión o ser entrevistados sobre todo cuando son responsables de algún asunto mediático. Ante este tipo de asunto, la decisión más compleja es la de si es conveniente hablar y en caso de decidirse hacerlo, la dificultad principal estriba en establecer el mensaje. Lo normal es que cuando se deciden a romper el hielo lo hacen para relajar la enorme presión que en ocasiones puede llegar a crearse en torno a un asunto y, porque dentro de la estrategia trazada para obtener para su cliente el mejor resultado posible, se ha evaluado el riesgo y el beneficio de romper el silencio, resultando favorable esta última opción.

Sin embargo, son muchas las veces que ante estas situaciones hay que preguntarse si no hubiera sido mejor seguir guardando silencio. Veamos un ejemplo práctico: en el “caso Nóos” -en relación con la imputación de la infanta-, uno de sus abogados, Miquel Roca, señalaba a los medios en estas declaraciones con absoluta contundencia y convicción: “Vamos a recurrir esta decisión”, para sólo unos días después indicar a éstos en estas declaraciones que “…la infanta cumplirá con su obligación de declarar”. Esta contradicción sin prueba gráfica quizás hubiera tenido alguna opción de pasar desapercibida. Con ella, imposible. Por otra parte, en todas las intervenciones del citado abogado ante los medios en relación con el caso Noos, se observa como a pesar de sus muchas tablas, éste ha debido ser uno de los retos más complejos de su carrera profesional. Obsérvese que dice que no quiere opinar sobre su estado de ánimo pero realiza finalmente varias declaraciones al respecto y realiza gestos y emite sonidos que denotan con claridad, un alto nivel de nerviosismo. ¿Ha ayudado en suma su aparición ante los medios a aplacar ánimos y transmitir ante los españoles tranquilidad ante la situación en la que se encontraba la infanta? Dejo sin respuesta la pregunta para que cada uno reflexione.

Sin embargo, no siempre es así, hay muchos compañeros que realmente disfrutan delante de las cámaras. Veamos algunos ejemplos de grabaciones recientes en las que se confirma esta afirmación, como cuando hace sólo algunas semanas, el abogado hispalense Luis Romero, con ocasión del caso Ortega Cano, participaba en varias tertulias de TV como la de Ana Rosa o en el de Espejo Público o cuando el ex fiscal, Ignacio Gordillo opinaba en El Gran Debate sobre el caso Urdangarín.

En suma, la presencia de compañeros en los platós y ante los medios en ruedas de prensa para opinar sobre asuntos mediáticos es a veces necesaria, pero en esos casos, debe evitarse la improvisación y actuar bajo una estrategia bien pensada y clara, así como bien dotado de las habilidades necesarias para hacerlo, dejando el pabellón bien alto. La participación en programas de tertulia y opinión, así como en otro tipo de formatos más dirigidos al gran público, también puede ser beneficiosa siempre y cuando quien la protagonice tenga claro el fin para el qué lo hace y, dicho fin sea consistente con su estrategia de marca personal y la de la firma o empresa para la que trabaja. A más de uno y no diré yo a quien, ir a la tele y expresarse “libremente”, le ha costado el puesto. Ahí os dejo con la incógnita.

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