Por Javier Méndez Llera. Secretario General del Instituto Español de Analistas Financieros Director General de la Fundación de Estudios Financieros

Los españoles sentimos estos días esa extraña sensación de que nos encontramos en una situación límite a nivel de país. La enorme decepción que muchos de nosotros nos hemos llevado con la respuesta que los inversores han dado al ingente esfuerzo de ajuste presupuestario para los próximos años presentado por el Gobierno nos ha hecho repetir frases cómo: “¡pero, qué más quieren! “, “¿hasta donde vamos a llegar?”, “ya no se puede hacer más”, o alguna más florida cómo “alea jacta est”. En definitiva, empezamos a sentirnos cómo ese boxeador que, después de recibir una buena “tunda” de golpes, se va acercando a la esquina del cuadrilátero buscando cobijo de la que le está cayendo encima.

El símil anterior, medio en broma, medio en serio, pretende representar una situación de aturdimiento colectivo, que es el resultado del (desgraciadamente) bajo nivel de conocimiento del funcionamiento de los mercados financieros por parte de la media de la población española con el natural miedo de lo que se nos puede venir encima ante una posibilidad de intervención “en toda regla”.  No han faltado artículos y estudios que recuerdan lo que ha pasado en países intervenidos por la “troika” y la dificultad que éstos (salvo ahora aparentemente Irlanda) siguen teniendo a medida que se aplican sus “recetas” (básicamente unas buenas dosis de aceite de ricino). El miedo es libre y racional, especialmente cuando nuestro escenario de base es una expectativa de recesión en un mercado con casi una cuarta parte de la población que quiere trabajar parada.

¿Qué nos espera a los españoles en los próximos meses? ¿Se mantendrá ese aturdimiento colectivo al que me refería? ¿Empezaremos a entender hacia donde vamos y porqué? Mis orígenes de analista de inversiones siempre me han llevado a trabajar con los modelos de escenarios a los que se les asignan unas probabilidades (la teoría que nos enseñaron dice que la expectativa de que un hecho definitivo aparezca será la media de los hechos previstos en cada escenario, ponderada por la probabilidad asignada a cada uno de dichos escenarios).  Sobre esta base, hoy tenemos básicamente tres grandes escenarios.

A saber, un primero, que llamaremos “central”, donde la situación económica no empeora significativamente (más allá de las últimas estimaciones del propio Gobierno), el Tesoro español mantiene una capacidad de financiación (aunque a coste creciente) y las tensiones sobre el euro no empeoran (no nos vamos mucho más abajo de un 1.2 de dólar por euro). El hecho de llamarle “central” a este escenario, en cierta forma, nos indica que es el que veo más verosímil. Por ello, le asigno ahora mismo una probabilidad del 60%.

Para que este escenario sea “sostenible” (terrible palabro que hoy en día todo lo explica) es necesario además, en mi opinión, que suceda lo siguiente: uno, que el proceso de “stress test” sea consistente y, por tanto, creíble y que los resultados nos indiquen lo que ya nos imaginamos (nada de nuevas sorpresas), y dos, que no haya rebajas adicionales de rating en los próximos meses, a la espera de más datos sobre los resultados de las actuaciones de política monetaria llevadas a cabo por el Gobierno. Este escenario se podría también denominar algo así cómo “el que nos permite ganar tiempo” y esperar a que las medidas del Gobierno se traduzcan en cifras positivas y, por tanto, mejore la percepción general de la situación.

Un segundo escenario, al que llamaremos “desencadenante” combina un empeoramiento macro con resultados peores de los previstos en los análisis de la situación del sistema financiero español.  Si cómo consecuencia de lo anterior se produjese algún movimiento en negativo para España por parte  de las agencias de “rating”, la situación de tensión en los mercado se haría muy difícil de controlar, con lo que la capacidad de financiación en los mercados mayoristas se vería seriamente comprometida,  por lo que, si eventualmente el BCE no asume parte del peso de dicha financiación, no quedaría más remedio que acudir a los fondos europeos. A este escenario le confiero una probabilidad del 20%  en estos momentos.

Por último, existe un tercer escenario, con una probabilidad de otro  20%, y que llamaremos “salvación acorto plazo”, de que se produzca una acción conjunta de gran envergadura entre los diferentes elementos de la “troika” para mantener el mercado de financiación mayorista español a toda costa. Esto implicaría compras de “papel” español en una cuantía que impactase a los bajistas, lo que podría hacer retroceder el diferencial de tipos de forma significativa en todos los tramos de la curva. A lo mejor, esto llevaría aparejadas nuevas promesas de ajustes presupuestarios adicionales, incluso algunas de índole más estructural en relación al denominado “tamaño de las Administraciones Públicas” españolas.

 

 

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