Por CARLOS SOTILLOS, socio de Auditoría de BDO y responsable del sector financiero.

Hace ya algunos días que fue aprobado el Real Decreto-ley 2/2012 de saneamiento del sector financiero. Incluso ya ha sido convalidado por el Congreso de los Diputados con una amplísima mayoría. Y todos nos felicitamos por ello.

 Si las cuentas no me fallan, esta llamada reforma del sector financiero en realidad es el cuarto paso de otra de mayor calado que comenzó en el año 2009 con el decreto por el que se creaba el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria, siguió en 2010 con el que regulaba los órganos de gobierno de las cajas de ahorro y finalizó (hasta ahora) en 2011 con el decreto para el reforzamiento del sector financiero, que exigió mayores niveles de solvencia de las entidades de crédito. Total, llevamos un real decreto por año para la reforma del sector financiero.

 No voy a comentar dato alguno acerca de los importes que las entidades van a tener que dotar en concepto de provisiones para adaptarse a las exigencias de saneamiento de los balances. Tampoco lo haré del ajustado calendario que deben cumplir. En los pasados días ya se ha escrito sobradamente de ello, Sin embargo, he echado en falta opiniones sobre la posible consecución de los objetivos perseguidos con la reforma.

 La exposición de motivos del Real Decreto-ley 2/2012 nos dirige repetidas veces a señalar que el origen de los problemas del sector bancario español es la excesiva exposición a los activos del sector inmobiliario. Pero eso no es lo grave. Lo importante son las dudas respecto a la valoración de tales activos. Hasta ahí estoy de acuerdo. Casi.

 Todos coinciden en que con las nuevas provisiones que hay que dotar, las entidades de crédito van a presentar unos balances más saneados (lo que es incontestable) y eso redundará en mayor confianza en el sistema, mejor acceso de los bancos a los mercados de capitales y por fin, mayor fluidez en el traspaso de créditos y liquidez a la economía real. Y aquí es donde yo no lo tengo nada claro.

 Al final, todo se reduce a que los bancos y cajas estén más saneados, y eso hará que los créditos fluyan. O sea, que se concederán más créditos. Y yo me pregunto dos cosas: ¿no fue precisamente el exceso de crédito a operaciones ciertamente dudosas lo que ha llevado a las entidades a tener una indeseada exposición a los activos inmobiliarios?, y la otra ¿quién asegura que el crédito va a fluir? Porque los bancos están bastante más que preocupados de no prestar dinero a aquellos clientes que no tengan una solvencia evidente. Normal. No quieren volver a tropezar en la misma piedra, porque esa piedra ahora les supondrá desaparecer del sistema financiero español.

 Ya sé que el Real Decreto-ley exige también que las entidades presenten un plan con objetivos cuantificados de incremento de crédito a las familias y pymes, pero estoy seguro que eso no les va a hacer que relajen sus exigencias de garantías para la devolución de los créditos concedidos.

 En mi opinión, la reforma del sector financiero es muy positiva, pero creo que solo (o al menos, de momento) para conseguir unas entidades fuertes y solventes, que si no lo son hoy ha sido por no dotar las provisiones sobre activos deteriorados que habrían sido necesarias en su momento.

 No nos engañemos. Para que el crédito fluya lo primero que tiene que ocurrir es que el PIB deje de ser negativo. Si las empresas tienen perspectivas de vender más, el trabajo estará asegurado, los empleados tendrán más confianza y todos, empresas y particulares disminuirán su aversión al riesgo y se decidirán a invertir, en su empresa, en renovar equipos productivos, o en un coche nuevo. Cada uno en lo que toque. Pero con la seguridad de que se podrá devolver el préstamo.

 Mientras esto no sea así, ni las empresas y particulares se van a lanzar a la piscina, ni los bancos y cajas lo van a permitir porque los departamentos de riesgos no autorizarán operación alguna que no ofrezca garantía absoluta de devolución.

 Pero quiero dejar de ser el abogado del diablo y acabar en positivo. La parte buena es que el primer paso está dado, y para que la economía se relance es fundamental tener un sector financiero que no genere dudas, que sea solvente. Eso aumentará la confianza y la seguridad de todos. Continuemos esa línea

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