Alfonso Fabregat Por Alfonso Fabregat Rosas. Mediador familiar. Miembro del equipo de Acuerdo Justo

Cada vez me doy más cuenta que la “borrachera de éxito” que parece rodear a todo lo tocante con la mediación de conflictos y que nos produce un estado de éxtasis puede desembocar en el vértigo más desconcertante. Confío que a estas alturas percibamos con claridad que el éxito del proceso de la mediación no está en el mediador, ni en las técnicas que use, y mucho menos en el acuerdo alcanzado; sino en que las partes tomen conciencia de que en el proceso que han realizado han sido rescatadas en su conflicto y que su acuerdo o no acuerdo, no es más que la materialización de ese rescate.

Partiendo de esa premisa, retomo y amplio algunas ideas que Anne Shields expone en el diario digital británico www.personneltoday.com para acercarme a los factores que pueden convertir A la mediación en un sonado fracaso.

Una primera causa que lleva al fracaso de la mediación y que bloquea cualquier acercamiento de las partes es que éstas perciban la falta de confidencialidad por parte del mediador o que surjan dudas serias de que la información que se aporte va a ser utilizada en su contra. Entramos en terreno sagrado, puesto que la confianza en el proceso de mediación se centra en el principio de confidencialidad que el mediador y las partes se han comprometido a seguir durante todo el proceso. La falta de discreción, aceptar confidencias de alguna de las partes para “inclinar” la balanza o que la información que aparezca a lo largo del proceso sea utilizada o manipulada de forma torticera por alguna de las partes en un posterior proceso judicial dinamitan de base la mediación.

Pero no solo la falta de confidencialidad puede hacer fracasar el proceso. Si el mediador no es neutral, comienza a sugerir acuerdos, a dar su opinión sobre los mismos, a “manipular” a las partes para llegar a un acuerdo o a imponer su criterio aquella reunión puede ser cualquier cosa (negociación, arbitraje, discusión acalorada, consulta legal…) menos una mediación. Es cuando el mediador pasa de ser el tercero neutral que ayuda en el proceso de rescate individual a ser el “bombero pirómano” puesto que lo más seguro es que avive el conflicto y lo cronifique más. Me atrevo a decir que si las partes llegaran a firmar algún acta de acuerdos éstos quedarán en papel mojado ya que al no “ser suyos” no se sienten ni comprometidos, ni vinculados a su cumplimiento. Eso sí el mediador es posible que en su hoja de servicios refleje un “éxito” más por los acuerdos que “él” ha logrado.

Nos abre la puerta a otro de los motivos que llevan a la mediación al fracaso. Me refiero a la existencia de falsas expectativas por parte del mediador de conflictos. Cuando éste se posiciona en la necesidad a ultranza de alcanzar un acuerdo, o como intermediario de la información, o como “desbloqueador” de situaciones conflictivas posiblemente haya perdido el norte. Las partes pueden percibir un excelente comunicador, o un profesional que maneja estrategias y técnicas “mágicas”, pero si terminan el proceso de la mediación sin tomar conciencia de que han sido rescatadas de forma individual en su conflicto no habrán servido para nada las técnicas, la magia, las estrategias. Puro humo.

Junto a estas causas la mediación estará llamada al fracaso cuando las partes no acuden al proceso motivados y con el compromiso personal de afrontar el conflicto. Es necesario que desde los primeros pasos se respete y valore la voluntariedad de cada una de las partes para iniciar el proceso de mediación. Sin lugar a dudas que a lo largo de las sesiones y fases del proceso alguna de las partes puede perder la motivación y mostrarse reticente a afrontar el trabajo de buscar soluciones al conflicto, pero si éste inicia viciado y las partes acuden “obligadas” se mostrarán pasivas y a la espera que otro, el mediador, resuelva sus problemas. El principio de la voluntariedad refuerza la idea del rescate individual ya que, al igual que ocurre con el enfermo que colabora de forma activa y positiva en recuperar la salud, sólo el que desea ser rescatado logra su objetivo.

No puedo terminar estas reflexiones sin mencionar otro de los peligros que llevan la mediación al fracaso y que nos sitúan en las puertas del vértigo: la mediocridad del mediador.

Me refiero sobre todo al peligro de la mediocridad de la formación recibida y que le habilita para ejercer como mediador. Insisto que esta realidad nos sitúa en una posición de vértigo y no me hace ser demasiado halagüeño con el futuro de la mediación de conflictos en nuestro entorno. Aquel que crea que un profesional en unas escuetas sesenta horas de formación reconocidas por la ley va a lograr entender qué es eso de rescatar a las partes en su conflicto y que la mediación es un cambio de paradigma creo que se está engañando, no está siendo coherente y está vendiendo humo. Ya lo puede envolver de renombre, de títulos, de carnets y registros oficiales de mediadores pero no puede perder de vista que aprender a usar técnicas es posible en ese tiempo, entender qué es la mediación no.

8 Comentarios

  1. Buenas tardes,
    Muy interesante su artículo y siempre todo lo que publica aporta y es de agradecerse… Permítame preguntar en esta ocasión: Usted es mediador activo certificado y en su caso ha mediado y media en alguna materia en especial? Algunos de sus aportes me hacen hacerme estas preguntas y lo digo porque su servidor es mediador con 10 años de servicio ininterrumpidos, mediando conflictos familiares todos los días en el Distrito Federal y en mi experiencia encuentro, en el diseño del procedimiento de mediación y las técnicas, herramientas y estrategias de intervención del mediador, mucho que permite el dialogo constructivo entre mediados en controversia y es la guía del propio mediador el que permite que lleguen los mediados a buen puerto, acordando lo que consideren conveniente para ambos acordar. Si la guía del mediador profesional basada en una técnica y una metodología, dificilmente los mediados harían algo diferente a lo que ya hacen.
    Saludos.

  2. Buenas tardes Rodrigo,
    Te agradezco tus comentarios sobre este y otros artículos. Creo que lo importante es que entre todos podamos aportar a la construcción de la mediación de conflictos.
    Soy mediador en activo, que he mediado y medio, en los ámbitos familiar y educativo. Coincido completamente con lo que comentas, pero matizaría. En lugar de «guiar» como dices, utilizaría «acompañar». Creo sinceramente, y lo experimento en muchas intervenciones, que en la medida en la que las partes son capaces de rescatarse en su conflicto, es decir de encontrarse y reconocerse desde ahí, los acuerdos (o no acuerdos) a los que lleguen son sólidos y capaces de trasformar sus relaciones y sus vidas. Por experiencia se que muchos piden que se les den los acuerdos, así ellos no toman la decisión, pero es SU conflicto y el mediador debe acompañar, motivar, animar, estar ahí para que sean las partes las que acuerden.
    Desde luego que ese acompañar no es pasivo o estático. Desde su experiencia, usando técnicas etc., el mediador iluminará aspectos que no alacanzan a ver las partes, rebajará tensiones, ayudará a reconocerse, a legitimarse, a darse espacios. Ahí ya ha cambiado la relación conflictiva que se había establecido entre las partes. Creo que esa es la grandeza, entre otras muchas, de la labor del mediador.
    Te felicito por tu buen desempeño, por tu experiencia y ojalá que esos diez años de mediador sean tan solo el inicio de un camino. Me encantaría poder aprender más de tu generosa experiencia.
    Un cordial saludo,
    Alfonso Fabregat

  3. Estimado Alfonso recién ahora he podido leer el artículo, realmente fue
    un placer hacerlo,y coincido plenamente contigo, 60 horas no es suficiente capacitación.Práctico la mediación desde el año 2004 y siempre encuentro algo que aprender. Por todo lo demás, has desarrollado muy bien el tema,imposible agregarle algo.Saludos cordiales para tí, Franco y todo el equipo de Acuerdo Justo Teresa María del Val desde Argentina

    • Buenas tardes Teresa María:
      Te agradezco los comentarios sobre el artículo. Es complicado poder explicar en poco espacio la importancia de aumentar el número de horas de formación de los futuros mediadores.
      Seguro que entre todos vamos construyendo la medicación de conflictos.
      Un saludo
      Alfonso Fabregat

  4. Planteamiento muy correcto que comparto bajo la perspectiva académica de lo que ahora es «el fenómeno» de la mediación que se estudia en estas escasas horas que a mi también me parecen pocas.

    Solo que la mediación es un Derecho Natural que se remonta a la época de las cavernas donde los conflictos de las tribus se tenían que solucionar sí o sí, no había otra alternativa ya que la convivencia era obligada y, como tal, hay extremos que se estudian en las formaciones modernas sobre la mediación que desfiguran sus principios, en los que cabe destacar como su primer dignatario con documentación escrita a Confucio, pero no se estudia.

    También estoy de acuerdo sobre la mediocridad de los mediadores, superada la técnica que es extremadamente simple, solo se distingue un buen mediador de otro que lo es menos en su ingenio, su «arte», y esto no se estudia, se tiene o no se tiene. Solo los más viejos y sabios de la tribu ejercían las mediaciones y esto suponía ya a las partes a una predisposición en aceptar, voluntariamente, lo que tenían que aceptar obligatoriamente.

    En este marco seguramente yo debo ser una especie de sicario de las mediaciones porque hago cosas de las que dices que no se deben hacer, pero las mediaciones me resultan, que a fin de cuentas, el fin es terminar con el conflicto.

    • Buenas tardes Ángel:
      Gracias por tus comentarios.
      Como bien apuntas la formación de un mediador no sólo es cosa de horas, depende mucho de la actitud del mediador. Pero por lo menos hay que ofrecer una buena plataforma inicial de formación para que pueda comenzar a entender la esencia de la mediación y 60/70 horas son solo un mero trámite burocrático.
      También apuntaría que no se trata de ser «el viejo y sabio» de la tribu. En nuestro entorno hay culturas y étnias que otorgan a algunos «viejos y sabios» un estatus moral sobre el clan para «arreglar» los asuntos familiares, vecinales, etc. Es indudable, pero eso no es mediación. La medicina es también muy muy antígua y yo no voy a cualquier médico a poner en riesgo mi salud.
      Desconozco que línea o escuela de mediación sigues. Personalmente creo que el fin nunca justifica los medios y también estoy seguro que hay unas líneas que consciente, o inconscientemente, no traspasas. Lo que importa, creo yo, no es que a ti o a mí nos funcionen las mediaciones si no que las partes se rescaten (subrayaría el reflexivo) en su propio conflicto. ¿Para lograrlo vale todo? Creo que no.
      Por cierto en la literatura y en la prensa vemos con frecuencia que los sicarios suelen morir jóvenes víctimas de su propio éxito y del bucle en el que se han metido.
      La mediación no es un cajón de sastre en el que cabe todo, por más que algunos medios traten de hacernoslo ver.
      Un saludo
      Alfonso Fabregat

  5. Buenos días Alfonso:
    Le agradezco su valoración sobre la Mediación y las palabras de los diversos compañer@s en relación al proceso que sienten entre el «extasis y el vértigo como mediadores».
    Por mi parte destacaría dos puntos:
    1. Un buen mediador, aprenderá cada día si comparte su conocimiento y se enriquece de la comediación. «Sólo sé que no sé nada»
    2. La gestión de conflictos es posible, a partir de la Palabra de las partes, no del profesional. «Somos instrumentos»

    • Buenas tardes José Antonio:

      Muchas gracias por tus comentarios. Razón tienes con lo que apuntas. El trabajo en equipo, las ganas de aprender y de enriquecerse nos hacen cada vez mejores «instrumentos», acompañantes válidos de las partes para rescatarse en su conflicto.
      Ojalá que entre todos seamos capaces de construir espacios sinceros de encuentro y mediación.
      Un saludo
      Alfonso Fabregat

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