Hace tan solo unos días, 134 nuevos jueces y nuevas juezas configuraban la 61 Promoción de la Carrera Judicial, que recibían sus despachos en Barcelona, sede de la Escuela Judicial, en el transcurso de un acto presidido por Sus Majestades los Reyes, con la presencia de las principales personalidades de la Justicia Española. Al hilo de esta noticia DIARIOJURIDICO ha querido profundizar en la formación de los magistrados de la mano de la opinión autorizada de Pascual Ortuño, actual director de la Escuela Judicial en la Ciudad Condal. Desde su punto de vista los futuros jueces siempre pasan un camino formativo largo, “Primero realizan los estudios de la licenciatura de derecho, y posteriormente están una media de cinco años más preparando la oposición, es decir, aprendiendo a exponer oralmente ante un tribunal, las instituciones básicas de nuestro sistema jurídico. Son muy pocos, casi a nivel anecdótico, los que han trabajado con anterioridad a su incorporación a la EJ.”
La Escuela Judicial de Barcelona es una entidad que se creo en 1997 ya ha sido testigo de la graduación de catorce promociones. Unica institución formadora de la judicatura en nuestro país por sus aulas han pasado ya 2147 alumnos, ahora magistrados. Nuestro interlocutor, Pascual Ortuño, dirige esta institución desde los últimos dos años. Que muchos de estos futuros jueces se decanten por el procedimiento penal tiene en su opinión cierta justificación “El enjuiciamiento penal es el más llamativo y, por otra parte, en España, como excepción en los países de nuestra área cultural, todavía los jueces tienen encomendada la investigación de los delitos. “comenta. Su mandato al frente de esta entidad le pilla en pleno proceso de modernización de nuestra justicia: modernización y nueva estructura gracias a la Oficina Judicial que se va implantando en nuestro país: “ Creo que puede ser la vía para que los jueces recuperen el papel que han tenido siempre, que es el de juzgar”, subraya. “ Desde que se produjo la explosión de la litigiosidad ante la ausencia en nuestro país de mecanismos de gestión de conflictos previos a la vía judicial, y a la obsesión del legislador por abusar de la remisión al juez de todos los aspectos de la vida social, desde el color del traje de comunión de los hijos de padres divorciados, hasta las elecciones de los clubs de fútbol, los jueces han estado demasiado presente en la vida de los ciudadanos”
Pascual Ortuño Muñoz es natural de Yecla (Murcia). Hizo los cursos del doctorado en 1975 y 1976 y ha sido profesor de Fundamentos de Derecho Patrimonial en la Universidad de Murcia y de Derecho Civil en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y abogado en ejercicio hasta 1990. Ingresó en la carrera Judicial y ha desempeñado los cargos de juez de primera instancia e instrucción de Lérida, de Juez de Primera Instancia y de magistrado de la Audiencia Provincial de Barcelona.
Ha ocupado el cargo de Director General de Derecho Privado y Entidades Jurídicas de la Generalitat de Cataluña. Ha formado parte de la Red Española de Cooperación Judicial Internacional, y ha asistido en representación de España a la negociación de diversos convenios internacionales de en la Conferencia de La Haya y en la Comisión Europea. Es autor de numerosas publicaciones jurídicas.
Sr Ortuño, ¿ ha cambiado mucho la Escuela Judicial en estos últimos dos años que usted está al frente de esta institución?
Dos años es poco tiempo para implantar grandes cambios, aun cuando sí podemos decir que estamos culminando un proceso de innovación en la formación judicial, que se inició hace una década cuando uno de mis antecesores, el magistrado Carlos Gómez, introdujo las bases de una planificación docente al estilo de las escuelas europeas.
¿Cuál es el camino por el que han pasado los 134 jueces últimos que se han formado en su Escuela Judicial de Barcelona?
Un camino excesivamente largo. Primero realizaron los estudios de la licenciatura de derecho, y posteriormente estuvieron una media de cinco años más preparando la oposición, es decir, aprendiendo a exponer oralmente ante un tribunal, las instituciones básicas de nuestro sistema jurídico. Son muy pocos, casi a nivel anecdótico, los que han trabajado con
anterioridad a su incorporación a la EJ.
¿Cómo interpreta que el 74 por cien de estos profesionales sean mujeres?
Creo que es un signo de que el proceso de liberación de la mujer está dando sus frutos. Hace unos años la proporción era la contraria, y nadie reparaba en ello, y hace cuarenta años únicamente podían ser jueces los hombres.
Más, aun cuando el número pueda resultar llamativo, la verdad es que existen otras profesiones en las que la proporción es la contraria. Pero yo no saco otro tipo de conclusiones porque creo profundamente en la igualdad de hombres y mujeres. Cuando estas oscilaciones estadísticas entren dentro de la normalidad, habremos alcanzado un hito histórico. Todavía faltan años.
¿Y por que la gran mayoría de estos jueces quiere luego especializarse en temas penales?
El enjuiciamiento penal es el más llamativo y, por otra parte, en España, como excepción en los países de nuestra área cultural, todavía los jueces tienen encomendada la investigación de los delitos.
Es lógico que en las etapas de la juventud nos sintamos más atraídos por la acción, las novelas y el suspense. Pero normalmente esta afición languidece cuando te das cuenta de que el delito es producto de la marginación social en la mayor parte de los casos, y que la jurisdicción penal es un mecanismo que no contribuye a superar las causas, sino únicamente a reprimir los efectos.
¿Cómo cree que la puesta en marcha de la Nueva Oficina Judicial va a cambiar el role actual del juez?
Pues creo que puede ser la vía para que los jueces recuperen el papel que han tenido siempre, que es el de juzgar.
Desde que se produjo la explosión de la litigiosidad ante la ausencia en nuestro país de mecanismos de gestión de conflictos previos a la vía judicial, y a la obsesión del legislador por abusar de la remisión al juez de todos los aspectos de la vida social, desde el color del traje de comunión de los hijos de padres divorciados, hasta las elecciones de los clubs de fútbol, los jueces están demasiado presentes en la vida de los ciudadanos, y además, han sido hasta ahora los tramitadores, gestores y responsables de las infraestructuras administrativas. Algo insólito. Esperemos que la nueva oficina judicial permita al juez a centrarse en lo que les compete.
Por cierto, sobre la introducción de la prueba electrónica como elemento, ¿porqué sigue siendo reticente el juez a aceptarla en muchos casos?
La ausencia de tradición en el manejo de nuevas tecnologías, la desconfianza hacia lo desconocido y los riesgos de manipulación de este tipo de pruebas son las causas más importantes, a mi juicio, de que los jueces exijan un plus de certeza a estos elementos probatorios. La convicción íntima es el elemento clave en la decisión judicial, y la seguridad jurídica debe ser una exigencia siempre en beneficio del ciudadano.
¿Considera lógico que al igual que los juzgados los jueces acaben especializándose en una materia concreta?
En la sociedad compleja en la que vivimos la especialización es necesaria en muchos campos del saber, y en consecuencia es una exigencia para el colectivo judicial, aun cuando, al igual que ocurre con la medicina, siempre serán necesarios jueces generalistas.
¿Cuál es el estado de las relaciones entre jueces y abogados? Ha llegado el momento de regularlas mediante algún Código Deontológico?
Las dos profesiones están experimentando un cambio enorme en los últimos años. En los tiempos nuevos, es necesario buscar fórmulas de entendimiento y colaboración eficaces, basadas en el respeto mutuo y en los valores compartidos.
Pero no soy muy partidario de codificar los comportamientos éticos, puesto que, al final, siempre dejas sin tipificar conductas en una sociedad cuya riqueza de situaciones y matices no puede ser catalogada con la exhaustividad que precisaría.
Soy más partidarios de que desde las facultades o desde los postgrados profesionales se trabaje el tema de los valores. En la EJ trabajamos con los alumnos a base de micro relatos que, además de recoger la casuística, ayudan a la reflexión sobre el modelo de relaciones que es más apropiado en cada caso concreto.
Usted que ha sido el representante de España en la negociación de la Directiva europea sobre mediación en conflictos de derecho civil y mercantil. ¿cómo acogen los jueces los procesos formativos en estas materias?
Mi experiencia es que, cuando se conocen los mecanismos básicos de la mediación, la postura de los jueces es inequívoca a favor de su implantación. Los jueces sabemos decidir controversias, pero la solución de los conflictos es cualitativamente diferente, y ésto únicamente se puede conseguir por la vía de la negociación, el diálogo y la racionalización de los problemas.
Hay muchos casos en la vida ciudadana, en los conflictos familiares, societarios o comerciales, en los que la imposición forzosa de un mandato judicial pone fin a un problema aparentemente, puesto que el conflicto sigue latente y tarde o temprano se volverá a presentar.
Por último, ha compaginado su trabajo como juez y magistrado con la docencia universitaria. ¿Qué le ha aportado el contacto con el mundo universitario en el ejercicio de su profesión?
Me enseñó a no tener miedo a revisar mis propias certezas. Cuando te pones frente a un alumno y has de transmitirle tu experiencia profesional, el recurso del autoritarismo propio del juez no existe. Tienes que convencerlo con tus argumentos. En ese proceso aprendes a relativizar muchas cosas, entre otras, a que no siempre tenemos la razón. Este punto de partida me ha servido mucho cuando me he enfrentado a resolver, como juez, una causa.
Claro. Hasta ahora, los jueces y magistrados entre otras funciones tenían la de pasar la fregona y limpiar el polvo. A tales mentes, tales fracasos.