El parto es un momento traumático para el bebé, que se ve forzado a abandonar el útero materno, donde ha crecido y se ha desarrollado en total protección. Bajo esta premisa, los protocolos médicos han ido suavizando y tratando de evitar, en la medida de lo posible, ciertas maniobras o técnicas que pudieran suponer estrés para el recién nacido, sin menoscabo alguno de su salud.

partoEs ahora el turno de la madre, quien, sobre todo al dar a la luz al primer hijo, se ve algo intimidada por algunos procedimientos y puede llegar a sentirse un objeto pasivo, que está siendo manipulado para facilitar el nacimiento.

No son pocas las mujeres que han comentado su rechazo a dinámicas de parto, en las que no se tiene en cuenta sus preferencias para traer un hijo al mundo y se las somete a prácticas como el rasurado del vello púbico y la administración de un enema para limpiar el intestino (ambos están hoy desaconsejados por motivos de eficacia médica).

El Plan de parto y Nacimiento es un documento que recoge este sentir y que trata de dar voz a la mujer en este momento tan especial de su vida, para que pueda conectar con los profesionales que le van a atender en el alumbramiento. En palabras textuales “es un documento en el que la mujer puede expresar sus preferencias, necesidades, deseos y expectativas sobre el proceso del parto y el nacimiento”.

¿De qué estamos hablando? En ningún momento, de decisiones que puedan poner en riesgo la salud de madre e hijo. Según explica desde DS Legal la abogada Mercedes Pérez, la elección de un protocolo de actuación que quede recogido en el Plan de Parto y Nacimiento “debe encontrarse dentro de los límites medicamente reconocidos, debiendo tener en cuenta la paciente que se seguirá el mismo dentro de los medios posibles con los que cuente el centro y siempre que no haya una circunstancia no esperada que ponga en riesgo la salud de la mamá y el bebé”.

Es decir, si se produjera cualquier complicación en el parto, será el ginecólogo que lo esté dirigiendo quien modifique, in situ, cualquier aspecto, teniendo en cuenta las circunstancias clínicas, informando y obteniendo el consentimiento de la madre. En último extremo, si la madre no lo otorgase y en caso de emergencia o peligro de vida, la última palabra la tendría siempre el médico.

Se sigue en este punto el espíritu de lo firmado en el documento legal que se rubrica antes de entrar al quirófano, el Consentimiento Informado.

Plan de Parto y Consentimiento Informado son complementarios. El primero expresa unas preferencias y es optativo  —la madre puede o no entregarlo—, mientras que el segundo es obligatorio y en él, la madre afirma conocer riesgos del parto y haber sido informada sobre la naturaleza y finalidad de la intervención.

En el Plan de Parto es la propia mujer la que redacta y entrega en el hospital con el tiempo necesario para que el ginecólogo reciba y revise la información. Los aspectos más relevantes para el momento del alumbramiento son los relativos al tratamiento y manejo del dolor, pues este factor puede modificar la dinámica del propio parto.

Hablamos de la administración o no de la anestesia epidural o de otro tipo de anestesias. Esta decisión se asocia a la monitorización o no del feto mediante distinta aparatología, que puede precisar que la mujer esté o unida  de forma externa con correas al monitor vía abdominal.

El documento también incluye otros aspectos como el acompañamiento en el quirófano y la privacidad en la habitación una vez nacido el niño, o la posibilidad de que sea la madre quien le realice sus primeras atenciones de higiene.

Todo ello no supone, insiste Mercedes Pérez, que la madre pueda elegir un parto a la carta, pero sí le facilita la expresión de algunos deseos que, mejorando su experiencia, pueden ayudar también al equipo médico y, por lo tanto, mejorar la dinámica del parto y su conclusión feliz.

Mercedes Pérez es abogada en DS Legal

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