Alfonso FabregatPor Alfonso Fabregat Rosas, mediador familiar y miembro del equipo de Acuerdo Justo

Nos encontramos en un punto álgido de la ceremonia de la confusión y una vez más la distorsión de los términos es un aspecto clave en ese proceso. Unamuno nos alertaba de semejante peligro puesto que la gente «da razón de los cuatro que gritan y nada dice de los cuarenta mil que callan«. Lejos de mi convertirme en portavoz de “cuarenta mil”, pero tampoco deseo permanecer indiferente ante lo que percibo en tantos foros, seminarios y cursos.

Personalmente me han llamado la atención las múltiples ocasiones en las que vemos el término “mediación” como apellido o, en el mejor de los casos, como nombre propio pero seguido del término “coaching”. Y de tanto repetirlo parece que son paradigmas o profesiones similares o lo que sería peor que el “coaching” es y la “mediación” existe gracias a éste. En mi opinión no hay nada más lejos de la realidad.

El coaching aparece en nuestra esfera profesional hacia mitad de los años 90 del pasado siglo haciendo converger en él técnicas y planteamientos propios de la psicología aplicada, de la consultoría, del entrenamiento deportivo y de algunos planteamientos filosóficos. Para Miedaner (2005) es “un proceso de entrenamiento personalizado y confidencial llevado a cabo con un asesor especializado (coach), cubre el vacío existente entre lo que eres ahora y lo que deseas ser. Es una relación profesional con otra persona que sólo aceptará lo mejor de ti, te acompañará y te estimulará para que vayas más allá de las limitaciones que te impones a ti mismo y realices tu pleno potencial”.

El coaching basa parte de su intervención en los planteamientos socráticos de la mayéutica, que es el método de enseñanza basado en el diálogo bidireccional entre maestro y discípulo con la intención de llegar al conocimiento de la esencia de las cosas. En dicho proceder las fases que podemos encontrar son: el maestro plantea una cuestión; el discípulo da una respuesta, que es debatida por el maestro; se sigue una discusión sobre el tema que lleva al discípulo a un momento de duda ya que deja de ver claro aquello que antes creía saber perfectamente; posteriormente el maestro ayudará a elevarse a definiciones cada vez más precisas de la cuestión propuesta; la discusión concluiría cuando el discípulo, gracias a la ayuda del maestro, consigue alcanzar el conocimiento preciso, universal y estricto de la realidad que se está tratando.

Así pues la finalidad del coaching no es otra que la de buscar resultados que satisfagan la vida del individuo mejorando sus competencias y realzando su calidad de vida con la ayuda de un coach usando la mayéutica como herramienta principal de intervención con múltiples matices y diversos modos de actuación.

La mediación, por su lado, busca en el diálogo circular entre las partes aplicar herramientas pacificadoras en el conflicto, definiéndose mejor desde un contexto propiamente humano que desde un mero fundamento técnico. Trabaja desde un modelo que pretende colaborar en el reencuentro de lo deseable para los seres humanos, de cómo deben afrontar los conflictos consigo mismos, con aquellos que les rodean y con la sociedad de la que forman parte, en el contexto de la propia competencia y capacidad de cada individuo para encontrar las soluciones por más complejas que estas parezcan o sean, pero no ayudando y «reparando» a las personas sino rescatándolas individualmente en su conflicto.

Sería imposible entender la mediación fuera del diálogo ya que toda argumentación racional presupone una comunidad de comunicación. Aquí encontramos el salto con respecto al coaching. Los diálogos efectivos, estratégicos propios de la mayéutica necesitan el diálogo más fundamental: el encuentro con el otro y su reconocimiento que es la base de la mediación. La posibilidad del entendimiento entre las partes sólo queda asegurada desde que nos abrimos al diálogo. Es ahí, en el diálogo, palabra dirigida a otro (acto de habla), donde se manifiesta una dimensión hermenéutica (entendimiento mutuo) y ética (reconocimiento recíproco de los interlocutores). Para Hoyos (2001) captar la dimensión hermenéutica del diálogo, conduce a reconocer la comprensión-interpretación del otro y del conflicto como un camino de acercamiento entre las partes que abre la posibilidad a un acercamiento de las relaciones desde una actitud respetuosa, lo cual conduce a una lectura del conflicto en la dinámica de un contexto en el que es necesario que se aprecien las condiciones particulares de las partes, sus intereses y motivaciones y los por qué de las diferencias que les han llevado hasta el conflicto.

Una práctica integradora nos permite utilizar herramientas del coaching en ciertos momentos del proceso de mediación. Parafraseando a Pomares el coaching “ofrece herramientas y estrategias que primero, podemos tomar o dejar como prefiramos, y segundo, que no son universales y no tienen por qué servir en todos los procesos comunicativos ni con todas las personas con las que nos encontramos.” Sinceramente creo que la ceremonia de confusión debería cesar, por lo menos para los que vivimos, nos formamos y pensamos la mediación en ésta forma de trabajar los conflictos.

Bibliografía

Hoyos Botero, C. La Conciliación un Modelo Bioético-Hermenéutico. Señal Editora. Medellín, Colombia. 2001.
Fabregat Rosas, Alfonso. “Ethos, a propósito de la mediación”. Revista e-mediación nº 174, septiembre de 2012.
Menéndez, J.L. Principios del coaching. Bubok publishing. España 2011.
Miedaner, T. Coaching para el éxito. Ed. Urano, Madrid 2005.
Pomares García, Verónica. “La programación neuro-lingüística: la gran desconocida entre abogados y mediadores”.7-05-2013.

2 Comentarios

  1. Como introducción diré que yo soy coach personal y ejecutivo además de experto en inteligencia emocional y mi hermano es mediador. Desde el conocimiento que me da las horas de conversaciones con él, con otros coaches y otros mediadores, y mi propio conocimiento del tema, tanto el coaching como la mediación comparten muchos principios y herramientas, por ejemplo, la neutralidad, que difícilmente es alcanzable desde un estado interior (del coach y/o del mediador) que no sea la curiosidad sincera, manifestada en preguntas; la confidencialidad; el trabajo de reformulación, reencuadres y confrontaciones; etc.
    En mi opinión, las expresiones no nos deben distanciar tanto del contenido. Cuando una persona no sabe cómo alcanzar ese “estado deseado” del que habla la definición de coaching mencionada, muchas veces lucha con un conflicto interno, no muy diferente del que separa a las personas, al igual que cuando alguien pretende solucionar un conflicto con otra persona, no pretende sino alcanzar un estado deseado.
    Las técnicas específicas y el desempeño del profesional pueden generar espacios mayores de los “reales”, mas de forma que de fondo, y es necesario reconocer que la preparación específica es muy importante, sin embargo, el artículo parece más centrado en una lucha de egos y en miedos a la pérdida de una falsa o utilitaria identidad, que en algo que merezca la pena discutir para mejorar ambas disciplinas en su utilización y su reconocimiento (si bien en ningún momento siento que se vaya en contra de estos aspectos).
    La diferencia que marca este artículo cuando argumenta que “La mediación, por su lado, busca en el diálogo circular entre las partes aplicar herramientas pacificadoras en el conflicto, definiéndose mejor desde un contexto propiamente humano que desde un mero fundamento técnico”, manifiesta sin duda un sesgo que quiero creer fruto de la ignorancia y no de intenciones manipulativas de la opinión, ya que no concibo un coaching, digno de llamarse así, realizado en un contexto diferente al que manifiestas y en el que el fundamento técnico es, al igual que en la mediación, solo una parte del asunto y desde luego no su esencia.
    Para finalizar, decir que sí es cierto que en el mundo coaching existe una gran descoordinación, que no tiene una reglamentación oficial ni nada por el estilo y que hay muchos profesionales de la asesoría que se han auto-otorgado el título de coaches, al igual que multitud de formaciones de coaching basadas únicamente en algunos aspectos técnicos impartidos en una semana, y que el público general no tiene la oportunidad de distinguir de unos estudios de experto o de master que abarcan todo un espectro de ámbitos formativos que van desde dichas herramientas técnicas hasta el trabajo personal que favorece la condición necesaria para ejercerlas, pasando por el conocimiento de los fundamentos básicos que permiten entender a una persona en las distintas dimensiones de su condición humana. Igualmente creo que es importante reconocer el valor de los planteamientos específicos a la par que no entiendo la importancia de si uno incluye al otro, da pie al otro o son algo completamente separado.
    Sin nada más que añadir por el momento, agradezco en cualquier caso el pie que da tu exposición al comentario y la reflexión y espero haber sabido aportar alguna idea que complemente tu visión y permita un planteamiento algo más completo, a la par que siento si en algún momento he malinterpretado parte del contenido del texto.
    Resumiendo, si existe una diferencia clara y evidente entre ambas disciplinas no es desde luego gran parte de sus paradigmas, en mi opnión y en base a lo que yo conozco, es la especialización de la técnica en el trabajo con una persona o del trabajo con varias, y pretender salir de ahí en base a deducciones y suponsiciones que aparentemente solo tienen que ver con un conocimiento teórico y parcial del asunto, sin experiencia directa de ello, y desde la marginalización a la peor parte del mundo coaching, no es sino un ejercicio poco productivo, cargado de miedos, y un nuevo elemento más de confusión.

    • Te agradezco mucho tu extenso y rico comentario. Como bien dices al final del mismo viene a completar algunas de las ideas que traté de exponer en el artículo y abre más aún, si cabe, el necesario diálogo y debate de dos disciplinas que si bien se pueden complementar en algunos aspectos, tienen puntos de partida y de llegada diferentes.

      Decir que me sorprende un poco tu intento de descalificación personal hacia mi persona al decir que mis argumentos son “… sin duda un sesgo que quiero creer fruto de la ignorancia…”, flaco favor le haces a tu comentario ya que como sabes atacar a la persona que formula un argumento, en lugar de atacar el propio argumento no se basta asimismo para rechazar el argumento (lo que se conoce como técnicamente como “argumentum ad hominem”).

      Yo soy mediador familiar y educativo, filósofo, terapeuta de familia sistémico, docente y padre de familia. No soy coach ni tengo formación de coach, pero me he documentado y he vivido la riquísima experiencia del coaching en mi vida profesional. Entonces, ¿desde dónde me posiciono? Evidente lo lógico es que lo haga desde mi ser Alfonso. Todo el bagaje que llevo en mí debe enriquecer mi discurso, mi quehacer y abrir mi mente a otras realidades. Como mediador, como no podría ser de otra forma, voy teniendo mi criterio formado y he ido creando mi sencillo punto de vista. Es desde ahí desde donde, con respeto y apertura, puedo exponer mis ideas y mi forma de vivir la mediación.

      Bien dices, como también mantengo en el artículo, que el coaching y la mediación “comparten muchos principios y herramientas” y lo ejemplificas con la neutralidad. Lo mismo te puedo decir de la terapia sistémica: el terapeuta en sus intervenciones debe ser neutral para lograr abarcar a todo el sistema. Algo similar podemos decir de la circularidad, la reformulación, los reencuadres, etc. etc. Siguiendo la deducción que propones en tu respuesta mediación y terapia como “comparten muchos principios y herramientas”, ¿son lo mismo? La respuesta es sencilla, no. Es más, creo que no hay debate posible a la hora de decir si terapia y mediación son lo mismo por más principios y herramientas que compartan. Lo mismo entiendo yo en cuanto al coaching y la mediación, comparten sí, pero no estamos hablando de lo mismo. Creo que no he tratado de entrar en la discusión hueca de qué disciplina es más antigua, tiene más bagaje, etc. etc. Pero también tengo claro que ambas disciplinas responden a paradigmas diferentes y desde ahí es desde donde se construyen. Reducir la mediación a meras técnicas y estrategias es, a mi modo de ver, empobrecerla sobremanera y da síntomas de no haber entendido su verdadero sentido. Me imagino que lo mismo se puede decir del coaching.

      Me parece interesante lo que propones cuando hablas de las expresiones, pero veo muy peligroso e aventurado el salto dialéctico que haces. Pasas del conflicto interno de la persona a los conflictos relacionales entre las partes sin más y sinceramente creo que hay un mundo de diferencia entre los conflictos intra-personales y los inter-personales. Si la mediación se ocupa de los conflictos del individuo consigo mismo, mal vamos. Para eso ya existen otros muchos tipos de intervención, incluido el coaching, pero nunca la mediación. La mediación es la herramienta de autocomposición que viene a ayudar a las partes no solo para llegar a un acuerdo, sino que además aporta las bases para que las partes se reconozcan con todo el protagonismo y legitimación necesarios para construir una relación o inter-relación futura sana y armoniosa (Conforti, 2009). En ese reconocimiento es donde yo considero que las partes toman conciencia de que en el proceso han sido rescatadas en su conflicto y que su acuerdo no es más que la materialización de ese rescate.

      Retomo el ejemplo de la terapia familiar sistémica, campo que creo conocer. Una pareja, o una familia, que llega a mi consulta como terapeuta plantea una serie de conflictos tanto a nivel individual como en su relación, en las normas, la funcionalidad, etc. que de forma terapéutica tratan de abordar, sanar y hacer funcionales con la ayuda del especialista. Tengo muy claro cuando hago terapia con el sistema, cuando tengo que derivar a otro profesional por motivos individuales, cuando hago mediación o simplemente les tengo que recomendar que visiten a un abogado. Así en más de una ocasión he parado una sesión de terapia recomendando a la pareja una mediación y un profesional (o profesionales) que les atenderían a las mil maravillas. Cada conflicto es diferente y, por tanto, necesita herramientas diferentes.

      Tus afirmaciones respecto a la “lucha de egos” y los “miedos a la pérdida de una falsa o utilitaria identidad” me han hecho dibujar una amplia sonrisa cuando consideras mi postura como utilitarista. Éstas no dejan de ser tu percepción, de la que no me hago eco sino solamente para decir que desde lo técnico caes en la falacia de la definición persuasiva definiendo términos que conllevan una fuerte valoración emotiva que a todas luces prejuzgan la cuestión con miras a influir en el lector. Como entenderás las ochocientas palabras de un artículo de opinión no pretenden realizar un análisis exhaustivo de la mediación. Si deseas profundizar un poco más en mi pensamiento sobre la mediación y por qué defiendo que es un paradigma propio te remito a un extenso artículo, “Ethos, a propósito de la mediación”, que publiqué en el número 174 de la revista e-mediación el pasado mes de septiembre (http://www.acuerdojusto.com/Editorial.html).

      Desconozco desde donde te posicionas cuando hablas de diálogo. En mi artículo hago referencia al diálogo para distinguir entre el diálogo de la mayéutica y el hermenéutico. No trato de presentar al diálogo como una técnica, incido en la importancia del mismo como encuentro y entendimiento mutuo con la intensa carga ética que conlleva el reconocimiento del otro. Es en ese diálogo sincero donde las partes se van a reconocer y sólo desde ahí podrán ser capaces de legitimarse y de rescatarse. El mero diálogo argumentativo es una técnica vacía (al menos en mediación) del elemento clave: el reconcomiendo y la legitimación.

      El que en mi artículo diga que el fundamento de la mediación tiende a definirse más por un fundamento humano que técnico, ni pone ni quita en relación al coaching. Distinto es que no veas en los coaches más fundamento teórico que humano, lo cual es perfectamente posible, pero esto no puede ni debe sorprender a nadie porque “para gustos los colores” como dice el dicho. Igualmente parece que reconoces no solo la formación técnica en el coaching sino que además también parece que reconoces que el aspecto humano que pudiera tener esta en directa relación con los aspectos intra-personales y, como espero que los mediadores con los que has hablado te hayan aclarado y he tratado de apuntar anteriormente, sabes perfectamente que en la mediación de conflictos trabajamos exclusivamente con conflictos inter-relacionales.

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