Por Fernando Rasche, abogado.

La situación económica coyuntural en España y la global financiera mundial, está incidiendo especialmente en el sector más vulnerable del sistema económico-social de nuestro país, la juventud española.

Nos encontramos desgraciadamente en uno de los peores momentos de desempleo, sobre todo para el sector de población activa que comprende los dieciocho a los treinta años, con más de un 40% de desempleo para la población comprendida en este rango de edades.

Esto es, sin duda, uno de los motivos de peso que nos convierte en el vagón de cola de las economías europeas y que, tras las actuaciones a que se nos ha obligado desde las altas instituciones europeas, así como desde las presiones ultra atlánticas, no desprende ninguna tranquilidad respecto a que vayamos a encontrar un panorama muy diferente en los próximos meses e incluso años.

Qué difícil resulta tratar de promover iniciativas privadas, desde cualquier sector y más aún formando parte de ese rango poblacional del que hablo en el segundo párrafo de este breve artículo, no siendo aún más que un joven emprendedor que trata de abrirse hueco en el mundo editorial, en nuestro caso.

Las políticas de empleo y económicas, llevan siendo un auténtico desastre demasiado tiempo, faltan ideas y sobran impulsores mediocres subvencionados y de poltrona, que piensan que ejecutar una idea por el simple hecho de ser suya, debe ser buenísimo y además, debe llevar aparejado un gasto inconmensurable desde el que se podría lanzar cualquier proyecto verdaderamente interesante y con futuro, siempre que el acceso a la inversión resultara posible para el común de los mortales, y no se emplearan nuestros impuestos en planes arbitrarios del pan para hoy y hambre para mañana.

¿Qué nos queda por hacer a los jóvenes emprendedores y a los jóvenes abogados en concreto?

Reinventarnos.

Para un abogado de empresa hoy, con la Justicia absolutamente estancada, sin ánimo de poder llevar adelante con garantías un proceso judicial que sea indispensable para el funcionamiento de un negocio, en términos de tiempo medianamente razonables, sin capacidad económica y sin ánimo suficiente en el país para solucionar esto (qué inseguridad para las inversiones en España, nacionales o no, si es que queda alguno de fuera que se atreva; es verdaderamente increíble cuando vives desde dentro el mundo judicial cómo son los plazos en determinados Juzgados, la mayoría. Qué lasitud, desinterés y desidia de un elevadísimo porcentaje de los funcionarios a la hora de sacar adelante los procesos… Si supieran lo que realmente significan como pieza de funcionamiento del engranaje del Estado, estoy seguro que tomarían mayor conciencia).

Sin por supuesto, capacidad de crédito para alguien que no tenga una solvencia reputadísima, cuál no es el caso desde luego de un joven empresario como el que escribe estas letras, salvo que cuente con la suerte de un respaldo importante en forma de avalista, ¿qué se puede realmente hacer para competir en estos términos?

Ya lo he dicho, reinventarnos. La preparación, la especialización, los idiomas (como sigamos así, dentro de nada volvemos a vernos emigrando, que algunos ya han empezado con la marcha…), el formar parte de proyectos verdaderamente novedosos, competitivos, de I+D +i, en los que participen personas muy preparadas de las que aprender y con las que formar equipo, son los caminos que debemos transitar para volver a ser el empuje del motor financiero de esta máquina desgastada y sin ideas en que se ha convertido el estado español.

Los abogados jóvenes somos el presente y estamos llamados a ser el futuro inmediato de la profesión, y es la nuestra una profesión que se encuentra actualmente en un momento convulso, no solo por la crisis económica, tanto como por las novedades normativas a las que nos enfrentamos; Ley de acceso, las conocidas como Ley Omnibus y Ley paraguas… Nos toca estar atentos y defender nuestros intereses, desde los Colegios, desde nuestros despachos.

Debemos empujar con fuerza, somos nosotros los que tenemos que retomar las viejas máximas para reinventarlas y adaptarlas al tiempo que nos toca vivir. Aprendamos de nuestros mayores, ellos ya lo hicieron antes. En ocasiones es necesario echar la vista atrás para encontrar el camino que debemos seguir, mirando hacia delante.

Tal y como recoge don Gerardo Pereira-Menaut, en su libro TOPICA “Principios de Derecho y Máximas Jurídicas Latinas”:

“Aequitas lucet ipsa per se” (o la equidad brilla por sí misma) *.- La Aequitas debe observarse siempre, sobre todo en Derecho. Paulo en Dig. 50, 17, 90: In omnibus quidem, maxime tamen in iure, aequitas spectanda est (= En todas las cosas, pero máxime en el derecho, ha de observarse la equidad)

En otros pasajes del Digesto, los juristas exponen casos prácticos en los que atendiendo a la aequitas, se debe resolver como se indica:

NO SE PUEDE CONDENAR A NADIE SIN HABERLO ESCUCHADO…

SE PROTEGE AL EQUIVOCADO DE BUENA FE. Dice Papiniano en Dig. 6, 1, 48: “Sumptus in praedium, quod alienum esse apparuit, a bona FIDE possessore facti neque ab eo qui praedium donavit neque a domino peti possunt, verum ´exceptionem doli posita´per officium iudicis aequitatis rationes servantur… (=lo gastado en un predio, que luego resultó ajeno, por un poseedor de buena fe, no puede ser reclamado por éste al que le había donado el predio ni al propietario, sino que mediante la excepción de dolo y por oficio del juez en razón de equidad habrá de ser indemnizado…)

Aunque de buena fe hayamos podido no estar acertados y por ello se nos deba proteger, solamente está en nuestra mano, más aún ahora que el estado no lo hace, el ayudarnos a salir adelante.

Mucho ánimo y un abrazo.

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