Reconoce que alcanzar el decanato del Colegio de Abogados de Barcelona es una de las mayores satisfacciones de su trayectora profesional y confiesa con ironía que quiere absorver la felicidad de los primeros dias porque «en breve llega la toma de posesión y a partir de ahí, los problemas». Y es que tras su victoria electoral se le abren las puertas al decanato de un colegio que no atraviesa momentos dulces. A las dificultades que vive la justicia gratuita y los letrados inscritos en el turno de oficio, se le une una Ley de Servicios Profesionales que amenaza con eliminar numerosos colegios en Catalunya.
Además, la escasa participación en los comicios del pasado jueves 29 – que no alcanzó el 20 por ciento – evidencian la desafección que muchos abogados tienen con la institución. Oriol Rusca asegura que es una prioridad de su junta revertir esta situación, para lograr que «los compañeros vean el colegio como algo necesario y útil». Durante su campaña ha hablado en muchas ocasiones de la necesidad de un «cambio radical», y afirma que están trabajando en distintos proyectos que quieren explicar el día de la toma de posesión, prevista para el próximo miércoles 11. Tendrán tiempo para desarrollarlos. Les esperan cuatro años que Rusca espera que sirvan para que el Colegio sea útil, no sólo para los letrados sino también para la sociedad.
Con la resaca del triunfo aún en la retina, y a la espera de la toma de posesión, Diario Jurídico habla con el nuevo decano del ICAB de sus metas y prioridades al frente del Colegio. En medio de una crisis asfixiante que amenaza constantemente con paralizar proyectos e iniciativas, Rusca asegura que los apuros económicos no pueden con todo y que su antídoto pasa por la ilusión. «Ilusión por intentar hacer las cosas bien, hacerlas mejor».
¿Por qué cree que ha ganado las elecciones al decanato del ICAB?
Es difícil saberlo, la verdad. Hay gente que habrá votado por programa, otros por amistad, en definitiva, hay diferentes factores. Creo que lo que ha llegado al colegiado es que todos somos un buen equipo, un equipo de abogados normales, que estamos trabajando como todos los demás y que tenemos ganas de hacer algo positivo para el colectivo. Y eso creo que se ha sabido trasmitir y ha llegado, creo que eso es lo esencial.
¿Qué primeras medidas concretas pretende impulsar en el Colegio?
Habrá varias, que las estamos acabando de concretar y que las expondremos en el momento de la toma de posesión el próximo día 11. Va a haber varias prioridades porque como somos un equipo vamos a intentar que cada uno pueda llevar una iniciativa directamente. Así que puede ser que empecemos fuerte y esperamos seguir así, intentando lanzar varios proyectos.
Durante la campaña electoral usted dijo que rebajaría las cuotas en la medida de lo posible. ¿Lo mantiene?
Siempre que se puedan rebajar las cuotas se tienen que rebajar. Y congelarlas seguro: no las vamos a subir. El colegio no tiene que tener beneficios sino un presupuesto a cero porque como corporación de derecho público, lo que hacemos es dar un servicio.
Pero hemos dicho también que bajo nuestro punto de vista esto es un debate obsoleto porque lo que realmente requiere el colegio del futuro es lo que llamamos cuota por tramos. Es decir, crear primero una cuota mínima básica que sea el coste real de la estructura del Colegio de abogados y después, en función de los servicios que se utilicen, que cada colegiado pueda pagar siempre un precio por debajo del mercado.
Pero para alguien no puede hacer frente a 50 euros mensuales, ¿la solución pasa por rebajarle cinco euros la cuota?
Puede haber abogados que no puedan permitirse 50 euros al mes, yo creo que deben ser pocos. Lo importante es que el abogado perciba que la cuota que paga tiene un retorno. Es decir, que el colegio le está prestando unos servicios que como mínimo, representan el valor de la cuota que está pagando.
¿El problema cuál es? Que muchos abogados, por esa desafección que sea producido durante unos cuantos años, tienen la sensación que el colegio significa pagar para nada. Con lo cual pagar 50 euros para nada es mucho. A partir de aquí hay que intentar que los compañeros y compañeras del Colegio puedan ver qué es lo que perciben a cambio de esa cuota de 50 euros.
La participación fue del 18% en estos comicios, cuatro puntos por debajo respecto a las últimas elecciones. ¿Hasta qué punto se siente legitimado para ejercer como decano?
Por un principio democrático todo el mundo está llamado a votar, pero la cantidad de abogados y abogadas que han ejercido el derecho a voto ha sido mínima. Es un problema de desafección y queremos luchar contra esto. En todo caso, puedo decir que en números relativos – porcentaje de abogados que han votado – la participación ha sido un poco inferior que en las anteriores elecciones a decano. Pero en relación al número de abogados que han votado, las cifras son similares. El caso es que durante los últimos cuatro años ha habido un aumento significativo de abogados que se han colegiado.
Es la tónica que desgraciadamente ha llevado el colegio en los últimos años, y lucharemos para que esto pegue un giro importante y la gente se sienta más vinculada. Y eso pasa por conseguir que la gente vea la necesidad y la utilidad del colegio.
De hecho ha hablado usted en campaña de un cambio radical que debe dar el colegio ante las nuevas necesidades provocadas por cambios legislativos y sociales…
Sí, ello implica adaptar el colegio a estas nuevas necesidades. Este cambio no es una crítica a los anteriores decanos de los cuales nosotros somos herederos de muchas cosas que han hecho bien. Lo que pasa es que las circunstancias actuales han cambiado mucho. Las leyes que se están publicando, la sociedad a la que estamos sirviendo, todo esto ha cambiado. Y por lo tanto, el colegio se debe adecuar a la profesión y a estas nuevas circunstancias. Y esto hay que conjugarlo con lo más importante que es el servicio social que debe hacer el colegio de abogados, y que hacen los abogados a la sociedad. Esto requiere este cambio, y este cambio se hará. Porque es la propia subsistencia del colegio y la esencia de lo que es la profesión de abogado.
El turno de oficio forma parte del papel social que comentaba. ¿Qué debería revisarse de la justicia gratuita?
El turno de oficio es esencial, porque es la manifestación del Estado social dentro del Estado de derecho. Es decir, la corporación del servicio público, el servicio social que presta a las personas que menos recursos tienen. Esto es un servicio del Estado aunque lo demos los ciudadanos. Ahora bien, el Estado ha de intentar retribuir dignamente las horas y el trabajo que realizan los letrados. Los módulos están muy por debajo de lo que se paga en el mercado privado. Muy por debajo. Y eso será una lucha, pero no sólo del Colegio de Barcelona, sino de todos los de Cataluña conjuntamente con todos los de España.
¿Cree que se permite que en el turno de oficio entren abogados que no son todo lo buenos que deberían ser?
Yo creo que esto es un bulo. Yo llevo 28 años siendo abogado penalista, tenemos un despacho que funciona muy bien, y todos trabajamos en el turno de oficio. No hay abogados exclusivamente dedicados al turno de oficio. De modo hay que tener claro, en primer lugar, que la responsabilidad de la formación es del Estado, que es quien nos da un título como licenciado en derecho. Y no se puede trasladar al Colegio de Abogados la responsabilidad de la formación que tiene el ministerio de Educación. Y en segundo lugar los Colegios de Abogados ya intentamos – exigiendo tres años de formación – que haya un mínimo de garantías. Y creo que en la mayoría de los casos esta calidad está. ¿Que puede haber algún caso puntual de baja calidad? Puede ser. Creo que en todos los colectivos hay un seis o un siete por ciento de personas que no son todo lo responsables que deberían ser. Pero el bulo generalizado de que el abogado del turno de oficio es malo creo que es un error de base que no tiene ningún sentido.
¿Su junta va a apoyar el derecho a decidir?
Nosotros hemos repetido hasta la saciedad que el Colegio de Abogados no se va a politizar. No va a intervenir en decisiones puramente políticas. Pero en todo lo que se refiera a derechos y libertades de los ciudadanos, que estén reconocidos tanto en las leyes del Estado como en los tratados internacionales, evidentemente que vamos a luchar por ellos. El derecho a decidir, en tanto que el ciudadano pueda elegir lo que quiera, evidentemente vamos a estar a favor, lo que no vamos a pronunciarnos jamás es en lo que tiene que decir el ciudadano, porque eso lógicamente está fuera de las competencias del colegio. Yo siempre pongo el mismo ejemplo. Nosotros como colegio de abogados lucharíamos a muerte para que exista el principio democrático y que la gente puede votar, pero nunca nos pondríamos a decidir lo que tienen que votar.
Cuando se imagina la situación dentro de cuatro años. ¿Cómo le gustaría que fuera el Colegio?
Me gustaría que fuera mejor que ahora. Que fuera un colegio donde la gente pueda decir que ha habido un equipo de abogados que han trabajado por los compañeros desinteresadamente y que han conseguido que el colegio sea útil, no sólo para los abogados sino para la sociedad. Y en el fondo siendo útil para los abogados se es útil para la sociedad. Porque los abogados somos un medio, no un fin.
¿Y a nivel personal qué significa?
Pero es una de las cosas más bonitas que me han pasado a nivel profesional. Y hablando con decanos me han dicho que desde que se ganan las elecciones hasta la toma de posesión, es el momento más feliz en el decanato, porque a partir del día 11, en la toma de posesión, es cuando empiezan los problemas.
¿Se veía ganador?
Yo pensaba honestamente que tenía opciones, pero la seguridad no la tenía. Y tenía rivales muy fuertes.